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El verano que empieza de Sílvia Soler

El verano que empieza de Sílvia Soler
El verano que empieza de Sílvia Soler
Hay libros que son sensaciones. Son sonidos. Son olores. Son sentimientos. No lo son para todos, cada persona tiene su libro que le llama y, sin que el lector pueda hacer nada, se engancha extraordinariamente a él. Se siente uno de sus protagonistas o todos a la vez. Da igual que no tengan nada que ver con su vida o su historia.

Hay muy pocos libros que consiguen eso en una persona. De hecho, no todo el mundo logra encontrar uno así. Tengo la teoría de que los no lectores no es que no les guste leer sino que no han encontrado el libro adecuado.

Eso significa para mí El verano que empieza de Sílvia Soler. Junto con Marina de Carlos Ruiz Zafón es uno de "mis libros". De los que te vienen a la mente cuando te preguntan por tu libro favorito (¿a quién se le ocurrirá semejante pregunta?). Por supuesto que hay otros, muchos otros que me han marcado y entran en esa lista, pero éstos consiguen hacerme sentir como ningún otro que recuerde.

El verano que empieza para mí es un libro con historia. Lo descubrí hace ahora ya mínimo tres años durante una tertulia en la radio ya que había sido galardonado con el premio Ramón Llull, me llamó la atención y lo apunté entre tantos otros. De repente, unos meses después, sentí la completa necesidad de leerlo en ese momento, ese verano, en ese mes. Lo busqué por todas partes, las bibliotecas de mi ciudad, bibliotecas universitarias a las que tenía acceso, bibliotecas de Madrid. Todas. En ninguna tenía el libro que necesitaba. Me planteé la posibilidad de comprarlo, claro, pero sólo existía en castellano en edición de tapa dura, lo que significaba gastar más de 20 euros que no podía pagar. Después de remover Roma con Santiago, conseguí una copia en digital de una amiga que me lo prestó pero con un problema. ¿Cuál? Estaba en catalán, en versión original y yo nunca en mi vida he estudiado este idioma. Alguna vez había visto series y películas en catalán pero con subtítulos e, incluso, escuchaba música en catalán pero no es lo mismo que leerte un libro de 200 páginas ¿no? En plena locura por el libro, me dio exactamente igual y, con mi app de Google Traductor al lado, me lancé a por él. Me duró una semana. Sí, en un idioma que no manejo. Y lo disfruté como una niña pequeña. Desde entonces, siempre me dije que era un libro que quería tener en papel en mi biblioteca pero lo fui dejando pasar, hay tantos así... El año pasado, para mi cumpleaños, mi hermana me sorprendió con este libro y fue el regalo que más me entusiasmó. Aún así, decidí dejar la relectura ya en castellano para verano y así ambientarme mejor. Después de haberlo leído he experimentado las mismas sensaciones que con la primera lectura. Se me ha hecho corto. Acabo de terminarlo y volvería a leerlo una y otra vez. Es mi libro y lo será siempre.

Resumen

Elvira y Roser son dos amigas de la infancia que lo han compartido siempre todo: juegos, confidencias, risas, sueños, familia... hasta su primer embarazo.

Durante esos momentos de espera hasta que llega el momento del parto tumbadas en la playa sueñan con cómo será su vida a partir de entonces, cómo será dar a luz, la vida de madre, si seguirán siendo uña y carne... Ese mismo mes, en junio de 1961 llegan al mundo sus hijos, Andreu y Júlia. A pesar del tiempo que esto implica su amistad no hace más que agrandarse, compartiendo ya las dos familia largas tardes de playa, vacaciones y la tradición de cenar todos juntos la noche de San Juan en la casa de la playa de la familia de Elvira.

Con el paso de los años, Andreu Balart y Júlia Reig tratarán de seguir manteniendo la amistad de sus madres. A pesar de algunos desencuentros, sus vidas han avanzado en paralelo, han sufrido juntos las tragedias, han encontrado el amor, han formado sus respectivas familias, han luchado por sus sueños... y han intentado mantener siempre la cita de la noche de San Juan.

Crítica

Me resulta difícil explicar todo lo que implica para mí este libro. Creo que, con la introducción que he hecho, ha quedado más que demostrado todo lo que me trasmite y me hace sentir con su narrativa. Hace poco me preguntaba una amiga el porqué. Realmente mi vida es muy diferentes a la de los protagonistas, jamás he vivido en un pueblo pequeño ni he podido disfrutar de tener el Mediterráneo a unos pasos de mi casa y, por suerte, he tenido menos desgracias. Entonces, ¿por qué empatizo tanto con ellos? ¿por qué Andreu y Júlia son como de mi familia y soy feliz con sus alegrías y lloro con sus desgracias? Creo que la "culpable" es su autora, Sílvia Soler, que, con una narrativa cercana y sencilla, ha conseguido crear una historia llena de magia en la que los protagonistas brillan con luz propia. He tenido la suerte de haber leído otra novela suya, Un año y medio, y os aseguro que, aunque es una historia coral, consigue que ese ambiente familiar y acogedor que muestran sus protagonistas, se trasmita igual que ocurre en este caso.

No quiero entrar mucho en detalles ya que, en una novela que cuenta la vida completa de dos personas desde antes de nacer, con poco que diga, destripo media novela. Pero hay que señalar la intensidad de sus dos protagonistas. Andreu es el único hijo de Joan Balart, un hombre callado y reservado con largos periodos de depresión, y Elvira, una gran pianista que llena de luz la vida familiar. Por este motivo, Andreu es una persona reservada, en ocasiones excesivamente tímido, pero que sabe ganarse el cariño de las personas que le rodean por su ternura y por saber leer el alma de la gente. Por el contrario, Júlia es la mayor de tres hermanos de la familia compuesta por Valentí y Roser, con una vida más movida y alegre que sus amigos. Al ser la mayor, Júlia desarrolla ese papel de protectora de los suyos, sin dejar nunca de ser una mujer libre e independiente que luchará por todos lo medios ser feliz y llevarse siempre bien con los demás. Ellos dos son el centro en torno al que gira toda la novela pero estarán acompañados de sus familias, sus amigos y sus parejas y el resto del pueblo que vivirá pendiente del transcurso de la vida de los hijos de Elvira y Roser. Nombres como Selma, Ignasi, Ruth, Ernest, Valentina, Violeta, Aleix, Emma, Ía o Flavia les acompañarán a lo largo de sus vidas y pronto empezarán a formar parte también de nuestra familia.

Si por algo destaca este libro, además de por sus personajes, es por las descripciones de las localizaciones. Desde la primera página que comienza con la frase "No hay ningún mar tan azul como este" empezamos a imaginar cómo son los lugares donde pasan el tiempo los Balart y los Reig. Empezando por ese mar Mediterráneo que tan azul se vuelve en determinados momentos, descubrimos múltiples rincones de Sorrals, el pueblo imaginario en el que está situada. Por descripciones y, según palabras de su autora, podría ser cualquier pueblo ubicado entre las comarcas catalanas del Maresme y La Selva. En él encontraremos sus playas, el casino donde van los jóvenes a pasarla noche de Fin de Año, la plaza del pueblo, la biblioteca, etc. Pero si hay un lugar con el que se quería el 90% de los lectores es, sin duda, la casa Balart, es decir, la casa de la playa de la familia de Andreu. Las descripciones son tan maravillosas que en tu mente aparecen la butaca de Joan Balart, el tocadiscos, la lámpara de araña del salón y, por encima de todas las cosas, el jardín. Todo el mundo querría tener un jardín así, lleno de flores, árboles, césped para que jueguen los niños y una gran mesa de madera donde celebrar todos los años San Juan. Si cerrara los ojos, creo que podría ver la mesa preparada para esa noche: con el mantel blanco de hilo arrastrando por las esquinas; los platos, cada una con una forma diferente ya que no hay tantas iguales y con las servilletas metidas dentro; y en el centro, una gran fuente con flores, entre ellas, hortensias azules y una flor de magnolia que impregna con su olor toda la mesa.

Por último, habría que hablar de la historia que narra el libro, ¿no? Esta vez no va a ser así. No es una historia especial ni novedosa, es la historia de dos familias normales y corrientes, como cualquiera de nosotros, que pasan por momentos muy buenos de felicidad pero que también sufren grandes tragedias pero no por ello dejan de luchar por ser felices e intentar hacer felices a los que les rodean. Sin embargo, es una grandísima novela. De las que emocionan desde las primeras páginas. No es necesario nada más para hacer disfrutar al lector.

¡Disfruten de ella!

Calificación

Citas

Saben, aunque no lo recuerdan, que la calma puede hacerse añicos en cuestión de minutos y que allí donde había silencio y quietud puede nacer el revuelo. Que las olas pueden levantarse, amenazadoras, y desplomarse con una fuerza inclemente, que el horizonte -ahora inalterable- puede desdibujarse, cubierto por el temporal hasta desaparecer. Un día u otro llegará la tempestad, y rayos y truenos y nubarrones llenos de oscuridad. Lo saben, pero no quieren saberlo, porque hoy son jóvenes.
Yo le dije:«Esta noche te he soñado», y él hizo un gesto con la boca, como de «y a mí qué», y ya está. Pero al cabo de unos días me preguntó si lo había vuelto a soñar. Y me pidió que lo intentara, porque él intentaría soñar conmigo y quizás nos encontraríamos dentro de un sueño. [...] ¡Esto es imposible! ¡Los sueños no se pueden forzar!
Anochecía por momentos. En la calle, al otro lado del portalón de hierro de la calla, se oían chillidos de niños. En el jardín todo era silencio. En definitiva, habían transcurrido un par de minutos, una tarde, un verano, toda una vida.
Hay ausencias, todo el mundo lo sabe, más poderosas que cualquier presencia.
Cada uno vive el dolor como puede, no como quiere.
Su piel era sedosa como en los sueños y supo que la reconocería siempre, a oscuras, entre otras pieles.
Como es bien sabido, ni la tos ni el amor pueden disimularse.
Era la luz, la energía, el sol. El pelo dorado, la piel clara, los ojos oscuros. Una leona sin pereza. Las manos grandes, de dedos largos y huesudos, la espalda siempre recta, el andar de pasos ambiciosos, los gestos generosos y aquella amplia sonrisa. Era artista.
Se rebeló contra la muerte, que es lo único contra lo que no merece la pena rebelarse, y en cambio todos lo hacemos.
Era una niña perdida en un laberinto y había que tomarla de la mano y guiarla hacia la salida.
Había llegado a su vida exactamente como aquel chaparrón de agosto, y se le había metido en el cuerpo como la humedad. [...] Iba demasiado deprisa pero le convenía un poco de empuje, para como estaba, quieta bajo ese balcón.
Vivían el momento despreocupadamente sin darle demasiada importancia. Las cosas eran como tenían que ser, sin más. No supieron ver ese oasis ni pensaron tampoco que quizás el espejismo se desvanecería antes de lo que imaginaban.
Intenta sentarte frente al mar, un día de verano, de cielo azul y poco viento, cuando la línea del horizonte se dibuja tan clara como si un niño pequeño lo hubiera trazado con una escuadra, y piensa que la calma puede astillarse en cuestión de minutos: unas nubes en la lejanía y un relámpago que ilumina un trozo de cielo y, al cabo de un rato, el trueno. Y otro rayo y otro trueno, cada vez el tiempo que pasa entre uno y otro es más breve. La tormenta se acerca. Se levanta un aire frío y húmedo, inquietante, que parece cargado de malos presagios y el mar se remueve hasta que las olas son bien visibles donde antes había un espejo. Empiezan a caer gotas gruesas y, ahora ya sí, llueve en bote de punta. De la calma a la tempestad sin avisar. Esto ocurre. Y a sus vidas llegó una tempestad que ninguno de ellos hubiera podido imaginar, la más devastadora.
Que jamás dejará de dar luz a vuestras vidas, un tragaluz que romperá la penumbra con un haz de claridad amarilla y reluciente.
Todos tenemos el abismo al alcance de la mano, aunque estaba convencida de que hay personas que logran no pensar en ello. Y en cambio otras no lo pierden de vista.
¿Cuál era la fórmula para conciliar recuerdo y olvido o, dicho de otro modo, el dulce habitáculo de la nostalgia y el irrefrenable impulso de la supervivencia? ¿Qué proporción de un sentimiento y del otro recomienda la receta para continuar viviendo de una forma aceptable?
¿Serás tan estúpido como para quedarte solo y privarte de la felicidad?
Se emocionó estúpidamente al ver que las costumbres se convierten en tradiciones y que se heredan como se heredan los libros y las casas.
Quizá se trata simplemente de dejar que pase el tiempo, creer ingenuamente en ese legendario reparador de heridas, hasta que llega el momento de admitir que la lesión está curada y ya no sangra aunque siga presente. Es entonces cuando nace la necesidad de no dejar que la memoria se desvanezca del todo. No queremos perder los recuerdos, aunque duelan. Pequeñas punzadas que no permiten que el corazón se duerma del todo.
Parece mentira que el paso poderoso de un avión se deshaga enseguida y haya rastros que cueste tanto borrar.
A veces las aguas subterráneas han ido haciendo su trabajo, filtrándose un día tras otro, durante meses y años, llenando las fisuras de las rocas más permeables. Y de repente, cuando por alguna razón se perfora la superficie, el agua brota espontáneamente.
Ni el viento, ni la lluvia.
Ni el frío del invierno.
Nada me puede detener.
Porque tú eres mi destino.
Si tienes problemas
llegaré en un momento.
Sólo tienes que pedírmelo.
Mi amor está vivo.
Muy adentro de mi corazón
Pero ya había cumplido los cincuenta. Se había prometido que ya no haría lo que no quería hacer ni diría lo que no quería decir.
Son esas frases que oímos en las películas y leemos en las novelas, pero que jamás imaginamos que oiremos dirigidas a nosotros. Como «me quedan unos meses de vida»; «nos ha tocado una millonada en la lotería»; «tendrás trillizos»; «me han ofrecido ser ministro». Cosas excepcionales que sabemos que pasan, que pueden pasar, pero que hay muy pocas posibilidades de que nos toquen a nosotros.
No es que haya cambiado algo. La vida, sencillamente, se había vuelto del revés. Como un calcetín al que se le ven las costuras o como una botella que alguien ha puesto boca abajo para vaciarla hasta la última gota. Todo ha cambiado. Yo he cambiado. [...] Qué pena damos todos con este intento desesperado de detener el paso de los años, de aferrarnos con las dos manos a los recuerdos para que no alcen el vuelo o se hunda o estallen como una burbuja de jabón.
Llegó como llegan las olas, suavemente pero sin que nada pueda detenerla.

Comentarios

  1. Wooooo
    Se ve que realmente te marcó, se ve que te llenó por completo, a mi no se si me convence, no por tu reseña, sino por la temática, no termina de llamarme, quizás para más adelante cuando tenga menos pendientes si le de una oportunidad porque me apetece sentir y se ve que con este libro se consigue
    Un abrazo grande!

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    Respuestas
    1. Hola!!
      Jo, me alegro haber podido transmitir en la reseña lo que significa para mí este libro.
      Ojalá le dés una oportunidad pronto.
      Un abrazo

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